miércoles, 27 de febrero de 2013

También...


Hay días en los que comienzas sorprendiéndote de las maravillas de la naturaleza humana. Sí es cierto que son los menos, que por desgracia abundan más los días de desilusiones, pero la maravilla de hoy puede con miles de esos otros.
Hacía tiempo que no me tomaba un café en Farray. Allí seguía Marco, saludándonos con su sonrisa de siempre. Las mesas y sillas con los cojines color granate y el dibujo de una rosa. La fuente sin funcionar. Las palmeras aún dormidas. Los periódicos a punto de llegar. Ni los donuts, ni el pan de sándwich, ni los croasanes. No importaba porque todavía no tenía hambre. Remuevo mi “leche y leche” cuando veo que un señor, de los que habitualmente encuentras sentado en uno de los bancos de la plaza, de los que no sé su historia pero que intuyo dura, triste, desafortunada, se acerca y le pregunta:
- ¿Con corteza o sin corteza? ¿También los donuts? ¿Y cuántos de pan?
Marco le entrega diez euros y le da las explicaciones pedidas. Él se aleja arrastrando sus pies pesados de tantos días bajo la lluvia, bajo el sol, bajo el frío. Bajo las tristezas y bajo el alcohol. 
Me quedo mirando a Marco y le pregunto:
- ¿Él va a comprar las cosas? 
- Sí…
No hace falta que me diga nada más. Por mi mente pasan rápidamente todas las mañanas en las que él se acerca y le hace las mismas preguntas, en las que tras el recado recibe unas monedas que le ayudarán a llevar mejor su día, nublándolo con emanaciones etílicas en las que todos hemos caído alguna vez pero de las que algunos no han podido escapar.
Marco continúa hablando… “Y qué le voy a hacer. También tienen la llave de mi casa. G. va todos los días a sacar a Gucci (mi perrito) mientras yo trabajo. También saben que se pueden quedar a ver la tele, les dejo unos refrescos y unas cositas…mejor que pasar el día sentados en el banco…y si quieren también pueden ducharse, compré unas toallitas…eso sí, cuando ya salgo del trabajo…ellos saben que también tengo una vida…”
Le miro. Por mi mente pasa fugazmente la idea de que yo también podría hacer lo mismo…No soy tan valiente.

martes, 26 de febrero de 2013

Mientras ella solo dormía

Su único pecado era ser bella
Caminaba mirándose los pies
Su espalda algo encorvada
Heridas de la adolescencia
Recuerdo del primer sujetador
Regenta moderna
De maledicencias y mentiras
Vergüenza de pecados no cometidos
Vida inventada
Mientras ella
Solo dormía


miércoles, 20 de febrero de 2013

LA ROCA


Se envuelven en caricias

Ella inmóvil

Él arrebatado

Contándole en cada embestida

Una y mil noches de calma

Mil y una noches de tormenta

                                                                      
                                             A la Peña la Vieja

martes, 19 de febrero de 2013

La PALABRA

Es aquella que llena las almas y que también las parte. Es aquella que es capaz de elevarnos o hundirnos sin que haya defensa ni antídoto posible a sus desmanes. Es aquella que nos permite soñar que todo es posible. Es aquella que enamora sin aritificios, solo con versos. Es la llave a la imaginación. Es la que permitió a Enma Bovary creer que la luna solo existía para alumbrar su alcoba...

lunes, 18 de febrero de 2013

LA PORTERA (II)




Y ese fue el escogido. Fuimos a verlo de día, de noche y al atardecer, como si los posibles cambios de luz fueran a hacernos cambiar de idea…¡si ni siquiera la falta de ascensor me iba a disuadir de estar viviendo allí unos días después!
Y llegó el día de la mudanza. La noche antes fuimos a cenar a nuestro restaurante favorito, el del “cocinero sin nombre”, para despedirnos. (Ir a: “El cocinero sin nombre”).
Casi me muero. Y eso que yo no tuve que cargar cajas y subirlas por aquellas escaleras. A mí me tocó hacer la limpieza final del apartamento para entregarlo a la agencia y que nos devolviesen la fianza. Estaba embarazada de ocho meses y medio y me pasé. Entre el fuerte olor de los productos de limpieza, la aspiradora mini que tenía y que debía pasarla de rodillas, los cristales que dejé relucientes, etc…me bajó la tensión y tuve algunas pérdidas, pequeñas, pero que me asustaron muchísimo. Y esa tarde tenía que trabajar. No pude ir. Aproveché para despedirme de “Roland”, la academia de idiomas en la que trabajaba, y empezar a cuidarme para la llegada de Yui.
Y pasamos la primera noche en nuestro nuevo apartamento. Como ya dije en la entrada anterior, la fachada del edificio estaba siendo remozada. Y nosotros no teníamos cortinas…así que aquella mañana, cuando abrí los ojos somnolienta, cuál no fue mi sorpresa cuando me vi rodeada de obreros…
Continuará...








viernes, 15 de febrero de 2013

FOTOS (Lo prometido es deuda)




                                          HABITACIÓN DE TATAMI

                                          "OFURO". Esta es la llamada "zona húmeda". Te duchas
                                          fuera de la bañera y luego si quieres te metes dentro de ella
                                          previamente llena y con sales.Todos los miembros de la familia
                                          con el mismo agua. Nunca la utilizamos, porque por más que 
                                          echaba lejía, no lograba limpiarla bien. Era muy viejita. 

                                          Baño "estilo oriental". Has de ponerte en cuclillas.

                                         "Cocina" situada en el espacio de entrada, en medio
                                          de las dos habitaciones.

                                          Ventana (vista exterior) del baño. Por ahí salía el gas
                                          para no morir intoxicados. 
                                          
                                          Ruta de escape que tenía preparada en caso de terremoto.
                                          Tenía planeado tirar los futones primero para caer sobre 
                                          algo blando. 

jueves, 14 de febrero de 2013

LA PORTERA


Llegó el momento de cambiar de hogar. Las carreras se seguían sucediendo en el falso techo y la llegada de Yui era inminente. Así qué comenzó la ardua tarea de buscar nueva casa. Cada vez que pasaba por la agencia me paraba en el escaparate. Estudiaba meticulosamente cada uno de los planos que exhibían. Me había hecho una experta en descifrar los símbolos: 1LDK, osiire, yokushitsu... Y los precios. Ya había controlado uno que tenía dos habitaciones y no era demasiado caro, aunque se me caía la baba viendo aquellos que pertenecían a edificaciones nuevas: lo malo es que lo único que nos podíamos permitir sería una habitación y diminuta, pero yo estaba dispuesta a sacrificar espacio(más todavía)a cambio de un baño en condiciones, un "Ofuro"  nuevito en el que poder meterme dentro con ese agua ardiendo y llena de sales japonesas que eran una maravilla y que hasta el momento solo había podido disfrutar cuando fui a Hokaido a casa de la familia de Jin.  Qué duro fue encontrar un nuevo apartamento. Quizá si hubiésemos tenido un presupuesto más amplio, bastante más amplio, no hubiésemos tenido tanto problema, pero al tener que limitarnos a un determinado tipo de apartamento, la cosa se ponía difícil, y no por el dinero, sino porque éramos extranjeros. Creo que esa fue la primera vez que me sentí realmente mal al vivir allí. Decidíamos visitar un apartamento, la agencia concertaba la cita, llegábamos acompañados por uno de los hermanos de la agencia, tocábamos el timbre, veíamos una cortina que se movía sutilmente, volvía a tocar el timbre, se empezaba a poner nervioso, nos miraba, le mirábamos al principio sonrientes, luego más serios, luego tristes, para finalmente darnos la vuelta y volver caminando a casa preguntándonos por qué no habían abierto. Eso la primera vez. Las siguientes ya estábamos preparados, sobre todo porque ya no nos hacían pasar el mal trago de tener que ir hasta allí y que no nos abriesen: la agencia ya explicaba de antemano que éramos extranjeros para saber sí seríamos recibidos o no. En algún caso no pudieron concertar la cita y en algún otro sí. Creo que fuimos a visitar tres más. Recuerdo uno cerca de las vías del tren que tenía posibilidades. Hubiese sido divertido porque tenía un pequeño balcón que yo ya imaginaba lleno de plantas. Pero la cercanía del tren y el restaurante coreano que había en la planta inferior nos echaron para atrás. Aunque me encanta la comida coreana no hubiese sido buena idea estar oliendo todas las noches los efluvios que sin lugar a dudas nos iban a invadir. Otra de las visitas fue a un edificio nuevo. Ese es el que yo quería. ¡Menudo Ofuro! ¡Aire acondicionado! ¡Mini cocina! ...pero muy pequeño, demasiado. Me fui de allí con mucha pena. Y llegamos al siguiente. Era el único que tenía dos habitaciones y que no por ello tenía un precio desorbitado. Algo más caro, sí, pero asequible. ¿Cuál era la pega? Otra vez muy antiguo. Pero a diferencia del anterior, que era de madera, este era de " concrito" (hormigón). El baño seguía siendo de estilo oriental, una habitación era de tatami y otra de suelo cubierto de una "pegatina" que imitaba al parqué. La cocina se encontraba entre las dos habitaciones, pero voy a añadir fotos ( mejor una imagen que mil palabras, por lo menos en este caso). Precio: 99.000 yenes al mes + un mes para el dueño de la casa + un mes para el dueño del suelo + un mes para la agencia. Y lo mejor de todo: al dueño no le importaba de qué nacionalidad éramos con tal de que pagásemos puntualmente. ¡Ah! Se me olvidaba, estaban pintando la fachada, lo que lo hacía más bonito.
Continuará... Y prometo no tardar...

viernes, 8 de febrero de 2013

El Frío de las Sirenas


Hoy las sirenas tienen frío.

Se envuelven en mechones cobrizos,

retales de escamas otoñales

y de musgos coralinos.

Calientan su alma de agua

en templadas corrientes de lágrimas mortales.


                           Yui Taira

jueves, 7 de febrero de 2013

NEZUMI (III)

...Le acompañaba uno de los tres hermanos de la agencia. Tras la primera inspección ocular se quedaron asombrados y me dijeron que entendían mi desesperación, ya que el apartamento estaba precioso. No podían imaginarse que el sitio que ellos nos habían alquilado pudiese sufrir una transformación semejante (el toque femenino) y que era una pena que fuera invadido por ratones. Nos explicaron que el foco de “infección” era el apartamento del piso de abajo, que estaba muy sucio, que vivían más de los que cabían y que ya les habían llamado la atención. El proceso “barato” sería el siguiente:  colocaría trampas todas las semanas en cada apartamento y los jueves pasaría a ver cuántos habían caído. La solución no me hacía mucha gracia pero era lo que había. Y cuál no fue mi sorpresa cuando abre el armario de la habitación y con una sola mano mueve lo que yo creía el techo (un tablón de chapacumen) sólido y rígido con el que me creía a salvo, sube por ahí y vuelve a bajar. Las trampas ya habían sido colocadas pero a mí me seguía preocupando que volviesen a entrar, así que le expliqué lo que había hecho con los periódicos y casi se le escapa la risa (era un profesional y no debía reírse, sobre todo en Japón). Me explicó que a los ratones les encanta el papel, así que se lo debían estar pasando pipa, come que te come, abriéndose camino de nuevo. Empezó a quitarlos todos - arduo trabajo porque yo había sido muy meticulosa- y a sustituirlos por unas redecillas metálicas. En medio del proceso nos sorprendió sacando de un hueco…¡un cuchillo gigante! Estaba encantado. Nos explicó que posiblemente había vivido un “yakuza”* en ese apartamento, y que utilizaba esos huecos para guardar sus armas. ¡Qué guay! Por un momento me olvidé de mis molestos vecinos peludos y sólo pensé en yakuzas, geishas, “Sol Naciente” con Sean Connery, dedos meñiques cortados, cuerpos tatuados…Y durante todo el día estuve imaginando historias de amor, tatuajes y asesinatos. Pero la noche me devolvió a la realidad. Me despertó un ruido que provenía del techo, primero carreras y después golpes secos: había caído uno. Y dos, tres y varios en días sucesivos. Yo ya esperaba los jueves con la ilusión de ver a mi “fumigador favorito” informándome puntualmente de las bajas acaecidas. Finalmente dejó de venir. Las carreras seguían. Y llegó mi madre. La primera noche, cuando la casa comenzó a sufrir fuertes sacudidas, se despertó sobresaltada. Le dije que siguiera durmiendo, que no pasaba nada, que sólo era un terremoto; me miró con ojos que delataban seguir en el mundo de los sueños, soñando con terremotos. La noche siguiente volvió a sobresaltarse. Esta vez por unas carreras en el “tejado”: tranquila mami, son sólo gatos…

Notas:
* Yakuza: miembro de la mafia japonesa

miércoles, 6 de febrero de 2013

NEZUMI (II)

Viene de Nezumi (Ratoncitos)

…Y seguí durmiendo. Es increíble cómo nos adaptamos a situaciones que nos parecían impensables unos días, unas horas antes. Eso sí, encendí la tele bajito, pensando, no sé por qué, que eso la disuadiría de querer volver esa noche. Y comenzó la batalla. Lo primero que se me ocurrió fue taponar toda esa cenefa de madera que rodeaba la habitación. Se supone que era hueca para que la casa “respirase” pero, llegados a ese punto, me daba igual que la casa se “asfixiase”. Comencé a recopilar todos los periódicos que caían en mis manos. Los arrugaba y los encajaba a presión en el hueco entre la pared y la madera. Iba avanzando centímetro a centímetro cada día. Por las noches los oía corretear por el falso techo y de día por el interior de las paredes. Yo seguía con mis rituales: colocar el futón y los folios alrededor, las trampas de casitas con pegamento, el spray, el ultrasonido…pero ellos también. Empezaron a levantarse como un reloj. A las cinco y media de la mañana me despertaban todos los días royendo la pared desde dentro, justo encima de mi cabeza. Yo golpeaba la pared suplicándoles que se callasen, pero ni caso. Mis estrategias no daban resultado así que, de la resignación y la valentía, pasé a la desesperación y al llanto. Yo ya estaba embarazada y comencé a imaginarme la cuna de mi bebé recién nacido rodeada de ratoncitos que se comían sus deditos, su nariz…¡Qué pesadillas! Historias escuchadas en la infancia sobre el olor a leche de los recién nacidos y las ratas…Y así esperaba a Jin todos los días. Según entraba por la puerta después de un arduo día de trabajo y noches sin dormir en medio de una entrega, me encontraba a mí…bueno, a mí o a una especie de posesa: ¡tienes que hacer algo! ¡tienes que ir a hablar con la agencia inmobiliaria! ¡tienes que decirles que han de fumigar!  tienes que decirles…! ¡tienes que hacer…! ¡no puedo más! ¡me voy a volver loca! buuuuaaaaaaa, buaaaaaa… Y así todos los días que venía a casa. Él iba a la agencia, como el buen japonés en el que se convertía allí, pidiendo con la máxima educación, rayando en la sumisión, una solución. Y siempre la misma respuesta: “Señor Taira, su casa es muy barata (80.000 pesetas al mes por 15 metros cuadradros), para fumigar hay que hacerlo en los cuatro apartamentos, y al dueño no le compensa”. Y así, día tras día, se lo quitaban de encima. Pero él, a quien no se quitaba de encima, era a Guadalupe. Y tras varias noches sin dormir por su trabajo, con un estrés del carajo, desesperado por mis reclamaciones, volvió a la agencia. Se sentó delante de ellos (eran tres hermanos), les miró y comenzó a llorar. Casi se mueren. Para un japonés enfrentarse al llanto de un hombre y encima uno tan grande (físicamente) como él, les dejaba totalmente descolocados.  Él en realidad lloraba por el agotamiento físico y mental por la entrega de su tesis, de varios proyectos, por las noches sin dormir…pero ellos sólo pensaban en los ratones como causa de su llanto. A la mañana siguiente el fumigador (en su versión barata, la cara supondría llevarnos a todos a un hotel durante una semana), se presentó en casa.
Continuará...

viernes, 1 de febrero de 2013

NEZUMI (Ratoncitos)


Había sido un duro día de trabajo. Llegaba cansadísima y serían casi las once de la noche cuando volví a casa. Era martes. Lo sé a ciencia cierta porque era el único día que trabajaba hasta tan tarde. Me quité los zapatos y entré en el tatami, fui hasta el teléfono y casi me desmayo cuando vi una bolsa de millos (kikos, traídos de mi último viaje a España) abierta en la mesita y todos  desparramados por el suelo. Cogí el teléfono y, con la bolsa en la mano, llamé a Jin, que estaba en la universidad en medio de una entrega: ¡¿cómo has dejado todos los millos tirados por el suelo?! ¡nos van a comer las cucarachas! ¡que yo no fui! ¿no? ¿y entonces quién fue?...Y de repente toda la escena pasó como una película delante de mis ojos: bolsa cerrada con una pinza hermética, millos derramándose por un pequeño agujero de la parte posterior con huellas de dientes finitos….ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh ¡ratones! Ahhhhhhhhhhhhh….
-¡Han sido los ratones! ¡Ven! ¡por favor! 
- Lo siento Guada, estoy en plena entrega no puedo irme…
- Buaaaaaaaaaaa, buaaaaaa, ¡que vengas!, que pueden estar en cualquier sitio, me voy a la calle, yo no voy a dormir aquí…
Y vino. Desmontamos el diminuto apartamento. Tiramos abajo mi armario, que era de esos portátiles: ¿qué mejor sitio para estar calentitos que allí, entre mi ropa? No encontramos nada. Al día siguiente fui a `Tokyo Hands´ y compré todo tipo de arsenal de defensa y ataque: unas latas que las abrías y soltaban un humo tóxico que los mataba, una espuma que se metía por todos los rincones, unas trampas de cartón que eran como pequeñas casitas con algo que los atraía dentro y en las que se quedaban pegados (superdesagradable) y el producto estrella: un aparato de ultrasonidos que me costó una burrada de yenes. Todas las mañanas, antes de salir, hacía el mismo ritual: doblaba el futón, lo dejaba en el centro del tatami y lo rodeaba todo de folios en blanco. De esta forma quería averiguar por dónde entraban. Esperaba encontrarme sus huellitas claramente dibujadas en el papel. Retrasaba el momento de llegar a casa. Aunque quería eliminarlos, la idea de encontrarme a uno pegado en aquel pegamento, después de haber intentado zafarse de esa trampa, me aterrorizaba. Pero tenía que volver. Y durante noches y noches, ni una huella, ni una señal de su presencia. Pero por si acaso siempre dejaba una luz pequeñita encendida. Y un día, mientras dormía, le vi. Abrí un ojo, luego el otro, y si hubiese tenido más también los hubiese abierto. Allí estaba, mirándome desafiante, como asomado a un balcón, en la madera que rodeaba toda la habitación, a dos metros del suelo. Me quedé paralizada, no sabía qué hacer, seguía mirándome y su cola…yo qué sé cuánto medía…De repente se metió por detrás de la madera y desapareció. Llegado ese momento yo creía que me iba a poner histérica, pero no, creo que ya había tenido tiempo para asimilar que no vivíamos solos. Eran las tres de la madrugada. Llamé a Jin, que también se asombró de mi serenidad, para comunicarle que ya sabía por dónde entraban…
Continuará…