martes, 30 de octubre de 2012

No hay abrazos

solo Luna.

Hay palabras

que susurro.

No las oyes.

Se las lleva,

se las lleva

la marea.

.

UNA HORA MENOS EN CANARIAS


Un día cualquiera, digo un día cualquiera porque así eran los días en Tokio, recibí una llamada de Yoko mi jefa y productora del programa de radio y televisión en el que trabajaba y me pidió que escribiera para la revista mensual. Debía escribir para una sección que se llamaba “Mi tierra natal” , describir cómo era y mis recuerdos, breve porque no había mucho espacio. Y escogí escribir sobre Gran Canaria, tierra en la que aunque no nací "en lo que se dice por nacer", sí nací como niña.

UNA HORA MENOS EN LAS ISLAS CANARIAS

Una tarde lluviosa en Tokio, de regreso a casa, comienzo a escribir…”las Islas Canarias”…y miles de recuerdos aparecen en mi mente llenando mi alma de nostalgia a la vez que mis labios esbozan una sonrisa. Y comienzo a recordar…

Siete islas volcánicas situadas al sur de España, muy cerca de la costa africana. Siete islas que en otro tiempo fueron llamadas “Las Islas Afortunadas” agraciadas con un clima inmejorable. Cada una de ellas con un paisaje característico. “El bosque más frondoso de Europa” en la Gomera. “El mar de lava “ en Lanzarote que te hace pensar que estás en la Luna. “Las cumbres de Gran Canaria”, “las playas de dunas”, “El Teide” en Tenerife…y el mar…el Océano Atlántico desde el que partió Colón con sus tres carabelas en busca del “Nuevo Mundo”.

Pero es en Gran Canaria, en Las Palmas, en la playa de Las Canteras, donde pasé la mayor parte de mi infancia y en la que guardo los mejores recuerdos de mi vida. Comenzaba el día…Muy temprano nos despertaba el canto de los “Canarios” de mi abuelito, a los que se unía él también. Era tenor de ópera e inundaba la casa con su voz. Aún ahora creo poder escucharla…una canción canaria, “Sombras del Nublo” dedicada a una piedra volcánica, un roque gigante que lleva su nombre y cuya imagen me recuerda a un dedo emergiendo de la tierra y apuntando al cielo, como su hermano, “El Dedo de Dios” ,en Agaete y cuya imagen llevamos grabada todos los canarios en el corazón.

Y así, entre el canto de los pájaros y las canciones de mi abuelo transcurría la mañana. Las tardes las pasaba en la playa jugando con mi hermana en la orilla del mar, haciendo castillos de arena. Unas veces con mi abuela y otras con mi abuelo que, siempre muy despistado, se metía en el agua con su sombrero puesto y cuando se daba cuenta el mar ya se lo había llevado. Y de regreso a casa…mi hermana y yo llenas de arena…mi abuelo sin su sombrero…y mi abuela diciendo: “Domingo, Domingo…¿dónde tienes la cabeza?”. Él nos miraba y sonreía. En la cocina nos esperaban las papas con mojo y el queso tierno de Fuerteventura y en la televisión comenzaba el telediario con la misma frase de todos los días: “son las nueve de la noche, una hora menos en Canarias…” 







lunes, 29 de octubre de 2012

CARMEN


Tiene el pelo blanco. Muy blanco. Se llama Carmen. Llevaba viéndola años,  desde que llegué aquí, y sólo hace unos meses le pregunté su nombre. Tengo un problema con los nombres, quiero saberlos pero pronto los olvido, sólo unos pocos encuentran cobijo en mi memoria y “Carmen” es uno de ellos. Junto a las palmeras de Farray, aquéllas, no las de ahora, aquéllas que fueron cortadas, arrancadas, masacradas por haber sido invadidas por el picudo rojo, junto a esas palmeras y junto a Carmen comenzaba mis mañanas. Recién llegada encontré en esa plaza mi rincón. Encontré amistades. Compartí cafés. Separaciones. Nacimientos. Perdí amistades y olvidé nombres. 

Ella llegaba con su pelo no tan blanco y su caminar no tan lento y sonriendo siempre te decía “mami, ¿me compras un buhito?”. Pero no sólo eran buhitos, también había elefantes y tortugas. Y no sólo la encontrabas en Farray, también paseaba la avenida.

Ya no voy tanto a Farray, pero la sigo viendo. Aquel día en la avenida en el que compartimos un atardecer y le pregunté su nombre. En el que mientras hablábamos se acercó a un amigo que estaba pidiendo en la esquina y le dio parte de las monedas que ella había conseguido en el día, diciéndome que la cosa está muy mal y que si no se ayudan entre ellos no llegan. La miré desde arriba y ella desde abajo, en un punto intermedio nos encontramos.

Me asomo a la ventana comprobando entristecida que la oscuridad ha llegado una hora antes. Ella está caminando, su pelo más blanco y su caminar más lento, mucho más lento…


                                 ©Guada                                        

domingo, 28 de octubre de 2012

El Chorizo Y El Tenedor


Yui, cuéntame un cuento...

" Érase una vez un chorizo parrillero que siempre se estaba quejando.

- ¿Por qué me estás pinchando todo el día?- le pregunta al tenedor.

- Es mi trabajo. Porque así después me dan un baño y si no trabajo estaré siempre limpio y no me bañarán.

- Pero que no te laven es mejor que ser un ser vivo, que me cocinen y que me conviertan en un chorizo. Que me hagan picadillo con unos dientes blancos y luego me conviertan en lo marrón."

                                                                                                             
                                                                                                              .                                                                                                                                                                               

sábado, 27 de octubre de 2012

DAIMON, Puerta Grande


Es viernes. Otra semana más en Tokio. Vuelvo a casa del trabajo en el restaurante. Dos horas en metro, quitarme los zapatos de tacón que me están matando y pisar el tatami cálido. Un nudo en la garganta y deseo escribir, describir este sentimiento.

Como cualquier otro día cojo la Ikebukuro Line, habitualmente llena de gente, pero hoy hay algo distinto, el metro no está tan lleno, no estoy rodeada de borrachos. Me siento en la esquina de una de esas filas de asientos rojos. En frente de mí se sienta una pareja. Él, discapacitado, cojea de una pierna. Su cara refleja también algún problema psíquico. Ella no tenía ningún rasgo peculiar que denotara su “defecto”…pero estaban juntos. Los dos con la misma mochila de boy scout, verde con un pin de Winnie de Pooh y otro de Snoopy, mochilas iguales, pins iguales…Los observo, pero ellos no se percatan de mi presencia. Él canta. No entiendo bien lo que dice…”lavu, lavu, lavu”…¡ah!...love, love, love, y ella canta también…”Daimon, Daimon”…siguen cantando. Esta vez el nombre de la estación en la que se van a bajar. De repente, él coge su cara y la pone junto a la suya, observan su reflejo en el cristal y comienzan a poner caras, a hacer muecas graciosas. Los ojos bizcos, las lenguas fuera y se miran, se miran y sonríen y continúan con su juego. Yo no puedo evitar sonreír y ellos me ven. Les sonrío y me sonríen…siento como si por un momento les hubiese quitado, robado su libertad. Miro hacia abajo y veo sus zapatos, uno de ellos con la puntera gastada y el otro extremadamente nuevo, ¡claro!, pienso, los arrastra al caminar. Daimon, puerta grande. Ellos se bajan y se dirigen al ascensor para discapacitados, pero antes se dan la vuelta para decirme adiós. 

                                                                                                     

viernes, 26 de octubre de 2012

¿Has visto alguna vez las ESTRELLAS mientras Llueve?


Hoy hace una semana. Y la verdad es que me parece mucho más. “Mi casa sí que es un poema”, le decía ayer a mi madre. La aspiradora que antes formaba parte del mobiliario, sobre todo desde que mi sobrina tras oírme decir que siempre estaba fuera porque era como mi perrito, le colocó dos ojos para darle esa vida de la que yo hablaba, ya no sale del armario y me siento fatal porque de verdad que es como si no la sacara a pasear.  Ella se empieza a reír y me dice que eso tengo que escribirlo. Ya duermo mejor, y sin necesidad de Dormidina. Busqué un remedio “pseudonatural”, recomendado por mi hermana, Sedasor, que como el propio nombre indica, según ella, con un colacao calentito “dormiría como una seda”. Dos cápsulas tamaño caguama que contenían en su interior una mezcla de hierbas naturales. ¡Qué asco!, mezcladas con el agua y con el colacao se quedaron bailando en mi estómago produciéndome una sensación de malestar que sí que no me dejó dormir.

Así que desterrando cualquier artificio, he logrado dormir. El mejor sedante: escribir y leer. Leer mucho. Mucho más que antes, si cabe.

Hoy hace una semana y no soy la misma, o sí, no lo sé. Antes vagaba sin rumbo, ahora sigo vagando, pero el viento me azota de otra manera. Sus embestidas, antes vacías, están cargadas de creación. 

Y no sólo escribo yo. Estos días he recibido palabras escritas de amigos que no veo desde hace más de 25 años…¡qué fuerte!

CUETO: “Es un placer saber de ti y seguirte en esta andadura como escritora. No me des las gracias, te las doy yo a ti. Me gustan sinceramente tus escritos. Por ellos he conocido a Yui, las playas canarias, tus noches de insomnio que muchas veces coincidían con las mías, las avenidas de tu ciudad, Tokio,... qué sé yo. Y he reconocido a aquella chica de 1º de gracioso acento.”

¡Primero de B.U.P.! Recuerdo aquel día en segundo cuando el profesor de literatura me mandó leer en voz alta. Mi seseo, que se había convertido con el paso de los años en una mezcla de lengua trabada, con saliva, que a veces salía volando al ojo del de enfrente, en este caso a la espalda del compañero del pupitre delantero. El enfado del profesor que paró mi lectura para decirles a todos que no entendía por qué se reían de mi acento, si era precioso, y yo roja como un tomate. O el primer día de primero, en el que todos debíamos decir de qué colegio veníamos, el nombre de nuestros padres y nuestro número de teléfono. No sé si te acordarás, Cueto. Primero: “Colegio Verdeamor”, risas generalizadas. Segundo: “Jose Luis y Dominga” “cógeme la minga Dominga”, se oyó por lo bajito. Tercero: “25-42-serosero”, desde ese día pasé a ser “Guadalupe-sero- sero-7”.

Ana, también del instituto y fiel seguidora de mis escritos. Beatriz, hace también muchos años, compañera y amiga en la universidad. Y los que hace menos, pero que viven en otra ciudad, en otro país. Y los que viven aquí pero no nos vemos tan a menudo como quisiéramos. Facebook, el blog y las palabras nos han unido. 

Y mi intención hoy no era escribir tanto sobre mí. Sólo quería poner unas palabras, para que entendierais por qué quería compartir lo que ahora vais a leer.

Sandra.  Nos conocimos en la mitad de la vida. Bueno, en mi mitad, la de ella aún está por llegar. Una tarde lluviosa, fue la segunda vez que nos vimos. Habíamos quedado pero se le hizo tarde y se presentó en casa. Casi me da algo porque la tenía en medio de un zafarrancho de combate (la excusa que siempre pongo). Pero no importó, su cara dulce, su mirada lánguida, sólo me miraba a mí. Yo le hablaba y le hablaba para que no mirase el desastre de alrededor. Ese intento de distracción pronto se convirtió en la conexión más pura y bonita que he sentido nunca. De pronto, yo me hice mayor. Le hablaba como si llevara la sabiduría de 80 años y ella me escuchaba con la inocencia de la alumna que quiere aprender de la vida. Nos hicimos amigas. No nos vemos casi nada, pero sabemos que siempre estaremos ahí. 

SANDRA: ”hola hola como tb te gusta la lectura te escribo parte del diario si t gusta me dices y t sigo escribiendo el resto jejeej así t vienes de viaje conmigo y yo lo recuerdo.....”

Y comenzó a escribirme su diario de viaje. El viaje que hizo después de su boda, aquel viaje que inició el 2 de octubre del 2009, anudando los lazos de su amor con aquel pañuelo que me había pasado toda la noche bordando con sus iniciales.

Hace dos días le pedí permiso para publicar uno de esos días que vivió en RapaNui.

GUADA: joderrrr Sandra!!!!!!!!....precioso....jo, que con lo que escribí ayer en el blog estuve todo el día llorando y hoy....me haces llorar más...te quería pedir una cosa....mañana voy a escribir algo sobre las maravillosas experiencias que me está aportando en tan pocos días el blog...y una de ellas es que me estés contando este maravilloso viaje....podría añadir lo que me has escrito hoy...por supuesto entrecomillado y con tu nombre, el nombre de la escritora...transcribirlo tal cual...pero si no quieres...lo entiendo perfectamente...lo que tú me digas...

SANDRA: ”xaxa clarooooooo q si :)  ahora te escribiré el segundo día con ellos fue increíble Guada jeje cuando me dijiste q esa lluvia necesitaba un relato sabía q t gustaría leer esto :) 
x cierto el de las huellas, q bueno ya lo habías puesto, me recordó a mi de pequeña tb metía los pies en las huellas e intentaba imaginar las caras de las personas q las habían dejado jeje”

                                                                         ....

Paso a copiarlo, tal cual. Es un momento mágico que estoy segura que llegará al corazón, como llegó al mío:


SANDRA: bueno explicar q cuando llegábamos a todos los sitios pasábamos de la guía desde el momento 0 x su falta de respeto hacia la isla contando las cosas, todo lo q he escrito anteriormente nos lo explicaban los Rapa Nuis que tenían puestos de artesanía por todas las paradas. Nos bajamos en la calle principal y aquí acaba nuestro viaje turístico por Isla de Pascua.

Y ahora empezaré a contar nuestro verdadero viaje a Rapa Nui:

Iorana significa Bienvenido, Hola, " esta palabra te abrirá muchas puertas" me dijo Terai (el segundo nombre de Asier es Terai en su honor :)  ). La gente Rapa Nui es muy agradable, simpática, te abren sus casas y sus corazones, todo lo que conté antes fue por la mañana, en el tour con la guía, pero no estábamos conociendo a RapaNui realmente sino lo q todos saben y conocen de ella, los moais y el hula-hula.

Decir q por la mañana, en el volcán Rano Raraku, la isla nos purifió, primero llovió, la lluvia es símbolo de buen augurio, limpia y purifica, y luego salió el sol y nos cargó de energía. En la playa de Anakena, conocimos un matrimonio Rapa Nui, solo pudimos conversar 10min con ellos, ya que la guagua se iba, pero él nos pidió que salváramos la isla, se la están cargando, la quieren llenar de hoteles de 5 estrellas y eso no es bueno, nos pidió que por favor escribiéramos por internet y contáramos al mundo lo q estaba ocurriendo. Aunque estas dos anécdotas ocurrieran por la mañana, quise separarlas del viaje turístico xq me llegaron al corazón.

Pues bien como contaba antes, la guía no nos dio buen feeling, que la pobre no tiene culpa, seguro q ella hace su trabajo lo mejor q puede y sabe, pero eso no es lo q nosotros buscábamos en Rapa Nui.
Así que a las 17hrs, terminamos el recorrido turístico y nos dejaron en la calle principal... ....subimos por una larga calle que llegaba hasta una pequeña iglesia, y al lado un Mercado Artesanal, aquí conocimos nuestra primera palabra Pascuense, Maururu, que significa gracias.

Al salir del mercado, en vez de bajar por la misma calle, nos desviamos por otra, para alejarnos del centro turístico, a Jorge y a mi nos encanta perdernos por las calles de los sitios xa ver como son realmente los lugares, y esto se ve a través de sus gentes, y caminando caminando empezamos a escuchar música Pascuense, y al llegar al lugar miramos hacia adentro y había un grupo de amigos celebrando, y al vernos pasar nos llamaban e invitaban a pasar a celebrar con ellos y dijimos ¿xq no? y allí nos metimos.

Al principio nos intentaron vacilar pensando que éramos los típicos guiris bobos, pero de repente algo cambió, hubo una conexión especial, y llegamos a un punto que parecía q nos conocíamos de siempre. Entonces nos empezaron a contar los problemas de la isla, los chilenos están intentando imponerse en la isla y hacer y deshacer como les venga en gana (El gobierno) quieren construirle mas hoteles y hacer la isla mas turística. La guía nos había comentado que los Rapa Nui no querían gente de afuera, gran error, ellos nos comentaron que necesitan gente que quiera ayudar y trabajar para la isla, a los que no quieren son a los q vienen a destruirla. Yo le dije bueno ¿a nosotros si nos quieren verdad? y me dijo claro porque udts vienen a la isla y udtes tienen cultura y llevan a la isla en el corazón y nos dio la explicación anterior. Allí conocimos al padre de Jorge, un francés-alemán que es el en viejo, los mismos ojos, la misma boca, la misma nariz, hasta el nombre lo tienen en común, él es el padre de Jorge en la isla y su mujer, Helen, mi madrina.

Allí estuvimos festejando con ellos, hasta un irlandés residente allí, había visitado Gran Canaria también. Y cuando ya se fueron nos dijeron "vamos a un cumpleaños" nos subimos en la parte de atrás de la pick up, aquí en Rapa Nui es muy común la gente viajando en la parte trasera de la pick up al aire libre, viajamos con ellos por el pueblo y nos fuimos a una casa, llena de niños jugando, los niños jugando al futbol y las niñas en una hamaca colgada de los árboles. La casa tenía globos, cuando volvíamos del tour, de lejos vi la casa con los globos y nunca pensé q acabaría allí. En primer lugar nos presentaron a los dueños de la casa, cuando entras en una casa Rapa Nui, primero has de saludar al dueño, y luego al resto de personas, eran una gran familia, allí estaban con la barbacoa algunos, una mujer haciendo collares de flores, todos nos aceptaron y recibieron con los brazos abiertos, a medida q fue avanzando la noche, la conexión fue creciendo con ellos, vimos que en la otra punta del mundo, en una isla alejada de todo, donde la única tierra q se ve es LA LUNA, hay personas que tienen la misma forma de pensar que nosotros dos, no puedo contar con estas palabras líneas lo q sentí con ellos, eso lo llevo en mi corazón, conversamos mucho, y ellos nos pidieron q no dijéramos Fulano o Mengano nos llevaron, me hicieron, sino que esto que estoy escribiendo, dijésemos que el Pueblo Rapa Nui nos llevó, nos hizo y x eso aquí no escribiré nombres, aquí serán el Pueblo Rapa Nui, pero en mi corazón si tienen nombres todos ellos y nunca se me olvidarán.

Si ya me emocionó que nos dijeran que éramos dignos de vivir en su isla, más me emocionó cuando nos dijeron q la isla nos había bendecido desde q la pisamos, q la isla nos había casado y nosotros nos habíamos casado con la isla, porque la llevábamos en el corazón y eso se veía y q la isla no hacia eso con todo el mundo.

Nos hacen sentir especiales, nos tratan, que no se puede explicar con palabras la sensación de lo grande q es.

Siguió llegando familia, y uno nos preguntó " ¿y udtes dónde se están quedando?" y le dije "en el hotel Iorana" y dice "¿y como acabaron acá?" jeje sorprendidos y les contábamos y se reían, no es muy normal q los turistas acaben así x lo q veo, decían no es casualidad q udtes llegaran a nosotros, la isla tiene un poder que se llama Mana, y éste les trajo desde su isla hasta nuestra casa. Nosotros lo flipábamos con las cosas que nos decían. Terai me llama afuera, estamos en una terraza techada, me pregunta si alguna vez he visto las estrellas mientras llueve pienso q se ríe de mi y me río y le digo claro q no xq si está lloviendo es porque hay nubes y si hay nubes no se ven las estrellas, y me dice mira al cielo y mi risa frena en seco ESTRELLAS ¿como es posible? Estas en Rapa Nui me responde.

Cuando acabó el cumpleaños, fuimos a la parcela de nuestro anfitrión a seguir festejando, a su casa llegaba más familia y allí nos enseñaron a bailar Rapa Nui, llegó una de las hermanas y traía una flor en el pelo y nuestro amigo se la pidió y vino a nosotros y le dijo a Jorge, "Mi prima estuvo todo el día trabajando con esta flor en el pelo, ahora pónsela tú a tu mujer para q se vea mas linda". Era un hibisco amarillo, habían pasado horas yo con la flor y me preguntó "el Sabio", ya q prometí no dar nombres "¿esa flor es de verdad?" y le dije si me la trajo él y señalé y pusieron cara de asombro, yo no sabía q pasaba, me dijeron: eres muy feliz y tienes mucha buena energía y yo les pregunté ¿y cómo lo saben? y entonces me explicaron que la flor en el pelo es la presencia de la mujer, así como ella esté, estará la flor.

No puedo dejar de asombrarme con esta gente, nos contaron de ellos, de sus antepasados, del Mana, de q no era casualidad q estuviéramos allí con ellos. Todos nos decían q nos veíamos muy enamorados y q teníamos q hacer un hijo y llevarlo a la isla, yo les dije quien sabe, a lo mejor traigo a la primera Rapa Nui rubia y ellos no lo tomaban como una ofensa, se sentían orgullosos de q habláramos así y me decían siiii una rusita jejej.Ya tenemos incluso los nombres xa nuestro 1er hijo, lo eligió nuestra familia Rapa Nui, porque ellos xa mi son mi familia Rapa Nui, no me quiero imaginar al del registro cuando vayamos a inscribir a Averipua o a Terai.

Llegamos al hotel a las 3 de la mañana encantados, porque hasta ahora hasta las 5 de la tarde sólo conocíamos de Isla de Pascua los moais y el Hula-Hula, pero ahora conocemos Rapa Nui, pero la conocemos desde dentro.

Mientras escribo suenan tambores Rapa Nui. Cuando termino abro la ventana y no suena nada fuera ¿cómo es posible? los espíritus de la isla tocan sólo xa nosotros. Gracias Rapa Nui MAURURU

Hoy teníamos ruta con la guía pero no fuimos, dormimos toda la mañana y después de comer, nos subimos en un taxi y le dijimos a comprar cervezas y a la parcela de Terai, la cara del taxista no tenía precio, no porque no supiera dnd le decíamos que queríamos ir sino asombrado como todos hasta ahora de como dos turistas acabaron en casa de un Rapa Nui.

Estuvimos toda la tarde con ellos y nos contaron el secreto de como se transportaban los moais, antes de hacerlo dijeron, la gente no nos cree por eso no lo contamos y nos lo contaron, ¿verdad?¿mentira? ahí esta el misterio de la isla con su Mana, pero yo guardaré el secreto porque ellos me lo contaron, pero nunca me dijeron ahora tú puedes contarlo, así que no lo haré.

Sólo puedo decir que esta isla es muy grande, su Mana es muy especial y yo pude sentirlo y entenderlo gracias a los Rapa Nui. Hoy nos dijeron q teníamos los mismos ojos y nosotros les decíamos noooo no son iguales nos repetían tenéis los mismos ojos y les dice Jorge no los míos son azules y los de ella mas verdosos, y nos dice "El Sabio" yo no te estoy hablando de colores sino de ojos y vuestros ojos miran al mismo lado, estabais destinados a estar juntos, me emocionó mucho, al contarles pensamientos míos uno de ellos, un tiarrón de casi 2mtrs se me echó a llorar y yo me asusté y le pregunté ¿como yo t he hecho llorar? y me dijo tú, que vienes de una isla en la otra punta del mundo, me estás hablando y lo q me estás contando es lo q me han dicho mis moais en mis sueños, una vez más, sin palabras.

19 oct 09

Nos levantamos temprano para desayunar, una vez mas, rechazamos el transfer del hotel, "El Sabio" nos recogerá a las 8.30. Nos despedimos de la dueña del hotel, según nos cuenta "El Sabio", ella le estaba contando que nosotros éramos buena onda.

Fuimos a despedirnos de nuestra familia Rapa Nui, allí estaban todos, nos pidieron que volviéramos con Terai o con Avareipua para que nuestro hijo fuera bautizado allí.

Hemos vivido con los Rapa Nui, hemos comido en su mesa, he comido cabeza de pescado jajaja si me viera mi abuelo, hemos sido los Rapa Nui canarios.No pudimos ver el volcán Rano Kau, debido a q llovía mucho ni a los únicos 7 moais q miran al mar, xo ¿qué gracia tiene verlo todo? ahora tenemos la excusa xa volver.

Notas: Los turistas conocen Isla de Pascua...yo conocí Rapa Nui



miércoles, 24 de octubre de 2012

Sadame

De pequeña me gustaba seguir las huellas que la gente iba dejando en la arena. Encajaba el pie casi con desesperación antes de que la siguiente fuera borrada o que perdiera el rastro que iba a marcar mi destino. Pisando huellas de otros, me adjudicaba sus destinos que no se por qué suerte de inocencia infantil siempre imaginaba mejor que el mío propio. Hoy la arena recién peinada está surcada por huellas de gaviotas. Si las hubiese seguido...

©Guada

martes, 23 de octubre de 2012

El SUEÑO de Pot


Una llamada frente al mar. Encogida de frío. Hace sol pero  la sensación de humedad que se mete por dentro me avisa de que hoy mi refugio se ha vuelto inhóspito. Sin darme por aludida vuelvo a marcar. Una conversación en la que mi hermano, por fin, se muestra alegre con su trabajo, tanto es así, que escribió un relato precioso y le animo a crear un blog. Me dice que no tiene tiempo y tiene razón, esto lleva más tiempo del que imaginas. Nueva llamada. El frío cada vez es más intenso pero miro a mi alrededor y nadie lo parece sufrir, sólo yo. Creo que me estoy poniendo enferma y todo. Mi madre me contesta pero sin hablar. Mami, ¿mami?…ha muerto Tobi…Sigo mirando al mar y le reprocho que si lo sabía por qué me estaba tratando tan mal. Le reto quedándome allí sentada, frente a él. El frío cada vez es más intenso y está claro que también está enfadado, no creo que conmigo que no le he hecho nada, más bien con todos. De nuevo el teclado. Mami…¿mami?...si…¿qué era lo que bebías cuando Poti?...whisky…cerveza y whisky…¿vas a escribir?...sí…

No le salen las palabras. Comienza a llorar y yo también y me pide que no le haga preguntas, que no le haga recordar. Yo también me arrepiento porque el dolor, de tan incrustado que está, no nos deja hablar de él, por eso lo voy a escribir.

Llegó a casa un día cualquiera. La verdad es que lo digo así porque no recuerdo bien si fue en el 93 o 94, si era verano o invierno. Sí recuerdo que era por la tarde. Nos lo trajo él. Y lo trajo por sus “santas narices” como solía hacer todo. Sabía que mis padres no querían más perritos en casa. Después de la muerte de Piojo ya no queríamos más. No queríamos sufrir lo mismo otra vez. Tocó el timbre y me dijo que bajara. No le esperaba así que le dije que subiera…¡que no!...¡que bajes!. Cuelgo el telefonillo enfadada, cansada de su tono imperioso, como siempre. Y como siempre, obedezco y bajo. Allí estaba. Allí estaba él con algo en brazos que se retorcía inquieto, con la lengua fuera, que medía…no sé…nunca había visto a un perro con la lengua tan larga colgando a un lado, sobre todo cuando lo puso en el suelo. ¡Casi le llegaba a las patitas! Lo cual no era muy difícil porque éstas no debían medir más de cinco centímetros, no porque fuera un cachorro, que no lo era, sino más bien porque era…¡un perro salchicha! Y esta será la primera y última vez que le llame así, porque después de haberle conocido sé que les molesta un montón. No, no era un perro salchicha. Era un teckel, un teckel de pelo largo, pelirrojo y con cara de estresado. Le amé desde el primer momento y supe que él a mí también. ¿Qué es esto?...le pregunté…un perro, ¡qué va a ser!...es para ti…

Mi cabeza daba vueltas, todavía no de amor por él, o sí, porque como dije antes, le amé desde el primer segundo en que con su lengüita fuera me miró suplicándome algo que todavía no sabía el qué y que por desgracia descubrí poco después. Daba vueltas porque mi padre me iba a matar. Sabía que mi madre se rendiría como yo, nada más verle, pero mi padre….buff…mi padre era otro cantar.

Me explicó que lo tenía el salvaje que les lavaba los manteles del restaurante, y que a éste a su vez se lo había dado otro salvaje, que se lo había comprado con la intención de hacer negocio pero que se había dado cuenta de que “se meaba y cagaba” por todas partes. Así que el segundo salvaje lo ató con un alambre a la puerta de su almacén, de la que pasaba, le soltaba alguna patada “pa educalo” y cuando lloraba más de la cuenta, unas cuantas más.

Mis padres estaban en casa durmiendo la siesta…así que está claro que debía ser…¡sábado! Un sábado cualquiera de 1994. El sábado en el que la cosa más bonita del mundo llegó a nuestras vidas y que como recordaremos tiempo después, fue la única cosa buena que el aquí llamado “él” dejó de su recuerdo (y eso que fueron diez años).

Desperté a mi madre y la llevé al salón. Le vio y como yo, le amó. Y ahora…¿qué hacemos con tu padre?...NO, NO, NOOO, QUE NO, QUE NOOO…Sólo un segundo , al siguiente ya estaba: bueeenooo, veremos…¡pero si es una salchicha!...vale, pero yo le pongo el nombre. Y fue así como mi padre lo tuvo claro desde el principio: se llamaría Pot , como Pol Pot, el líder de los Jemeres Rojos, no sé si es que éste era pelirrojo o por lo de “rojos”, pero lo cierto es que Poti era de todo menos “líder” y mucho menos aún “genocida”.

Y Poti se quedó. Esa misma noche sufrió su primer ataque. Sus ataques epilépticos se desencadenaban cuando algo le producía miedo. Si hablabas y sin darte cuenta hacías aspavientos con las manos, se asustaba y empezaba a convulsionar. Los ruidos fuertes, los camiones en la calle…las tormentas, le producían terror. Su pequeño cerebro había sido dañado por los golpes que le había dado aquel “…”, y comprendí que lo que suplicaban sus ojos aquella primera vez no era más que eso, “no me pegues, por favor.”

Poco a poco empezó a confiar en nosotros. Lo poco que había conocido de la raza humana era justo lo que debería avergonzarnos de llamarnos así.

Conocimos su raza y le conocimos a él. Su árbol genealógico saltaba de campeón a campeón. Así fue como descubrimos su verdadero nombre: Atilano de Fuensanta, con el que estaba destinado a ser otro campeón. Su padre, campeón del mundo, le había dejado como herencia un porte elegante que se convertía en el andar más destartalado cuando su lengüita estresada hacía aparición. Y de su madre creemos que heredó el corazón.

Era un miedoso empedernido pero que nos sorprendió aquél día en el que, después de haberme leído tres libros sobre el teckel y descubrir que son utilizados para la casa del jabalí, le llevé al monte para que diera rienda suelta a sus instintos. ¡Y vaya si lo hizo! De repente desapareció. Casi me da algo, sobre todo cuando volvió. Su lustroso pelo rojo ahora era una maraña de pelos con algo que a simple vista parecía barro, un barro algo verdoso a decir verdad, pero que cuando me acerqué a preguntarle: ¿dónde has estado, Poti?, casi me desmayo ¡Estaba cubierto con lo que vulgarmente llamamos caca de vaca! Mi madre casi me mata cuando lo metí en la bañera. Dos horas tardamos en quitarle aquel olor. Pero su cara de felicidad me había compensado la bronca. Había hecho lo que sin más hacían sus ancestros: camuflar su olor para poder acercarse a las madrigueras sin ser descubierto. Fue una tarde inolvidable.

Como inolvidables fueron todos y cada uno de los días vividos con él. Las bienvenidas más bienvenidas que he tenido nunca. No importaba si hacía sólo diez minutos que me acababa de ir, ni tampoco que fuera la sexta vez que salía y entraba de casa, siempre me recibía como si hubiese pasado siglos sin verme. Echaba a correr a la litera de abajo, subía de un salto y me esperaba como una pegatina en el edredón que sacudía con su cola a modo de parabrisas. Yo soltaba todo y corría hacia él. Me ponía de rodillas en el suelo para que su carita quedase a la altura de la mía y nos pudiésemos cubrir de besos. Esos eran los momentos alegres. También recuerdo aquellos otros, los tristes, en los que lloraba sin parar escondida en mi habitación y en los que él lloraba también. Me cubría de besos. Entre gemidos enjugaba mis lágrimas y aullaba en bajito para no ser descubiertos, desesperado por querer ayudarme.

Y me fui. Me fui a Japón. Creo que nunca lo entendió. “¿Por qué parecía que hacía tanto tiempo que me había visto? Dicen que no tenemos capacidad para valorar el tiempo, si es mucho o poco. Pero estoy seguro de que hace mucho tiempo que no la veo.”  Y besos y más besos.

Y se fue. Mi madre está convencida de que Lanzarote no era lugar para él. Le quemaba el suelo en sus patitas, el fuerte sol le hacía ir caminando a ciegas y el picón, parecía ascuas ardiendo de los saltos que daba cada vez que lo pisaba. Se fue en casa, en brazos de mi madre, tapadito en una manta después de que mi padre le ayudara a dormir. Ahora duerme en el jardín, bajo una buganvilla que no quiere crecer para no asustar a las mariposas que le vienen a visitar.

Hoy Tobi, su hijo, se fue con él.



Sé que existe la otra orilla,
la que habitan aquellos que tanto amé
y que por siempre estarán en mi memoria.

A Pot
Dominga Santana

lunes, 22 de octubre de 2012

LA PALMERA del Galeón


Había una vez una palmera que vivía cerca de un palmeral. Digo cerca porque mientras ella vive sola en lo alto del palmar, todas las demás en un corro están, abrazadas las unas a las otras jugando al juego de las palmeras, “el juego del viento” le llaman, y que a todas les encanta pero que no siempre pueden disfrutar, porque solas no lo pueden jugar, siempre le necesitan a él y no siempre quiere intervenir, pero cuando lo hace, a veces en forma de brisa y otras de huracán, se lo pasan genial. Las reglas son sencillas, besarse y acariciarse y no vale arañar.

La palmera solitaria no se parecía a las demás. Y es que el viento no la quería y por eso antes de nacer, se la llevó más allá. Desde lo alto las miraba sin atreverse a preguntar si podía jugar. Ellas la observaban sin aventurarse a nada más. Cada mañana amanecía más alta aún, queriendo el cielo alcanzar, llorando a los cuatro vientos su pesar, pero ninguno la quería escuchar. Sólo la lluvia parecía entender que esas hojas mojadas lo único que querían, era jugar. Sabia como era, de tantas penas conocidas, intuía que enraizada como estaba no podría descender. Llorando entristecida enjugaba sus lágrimas, que por hacerlo con las suyas, de riachuelo pasaron a torrente, y sin darse cuenta la solución encontró. Entre lágrimas y barro nadaban las semillas por nacer. El viento avergonzado también quiso ayudar y el tornado enfadado, que se había olvidado de porqué, las semillas arrastró. El tiempo entre palmeras pasó. Y la palmera solitaria, por fin, al juego del viento jugó.


© GUADA 

sábado, 20 de octubre de 2012

RECIÉN Llegado



Muchas cosas son las que sorprenden al extranjero en Japón. Pero hay que diferenciar bien entre el "extranjero turista" y el "extranjero residente". Con esta diferenciación quiero referirme al distinto modo de "mirar”. Sin duda esto es aplicable no solo a los visitantes de Japón sino que podríamos aplicarlo al extranjero en cualquier país. Pero quizá por la diferencia cultural tan marcada, por la lejanía, o simplemente porque fue mi experiencia personal, esta diferencia cobra para mí especial relevancia en lo que a Japón se refiere. Muchas son las cosas que cambiaron para mí después de aquel primer viaje de vacaciones, a aquél, dos años después, en el que llegué con mi maleta para quedarme. Mientras escribo intento recordar qué fue lo primero que sentí aquellos días y son muchas cosas las que se mezclan pero cierro los ojos y una palabra es la que me sale: ojos. ¿Ojos?, sí, miradas. Ciudad frenética, agotadora, luces de neón y ojos, muchos ojos que cruzan miradas, la mayoría "ojos rasgados" y de vez en cuando, muy de vez en cuando un "ojos redondos" y entonces esa mirada se convierte en comunicación telepática. Un sinfín de preguntas se intercambian en esa mirada fugaz: ¿qué haces aquí? ¿Estudias o trabajas? ¿De vacaciones, de negocios, o....realmente vives aquí?... Y es así como mi "mirada" que había ido cambiando con el paso de los meses, de los años, a medida que Tokio me iba mostrando sus secretos, se encuentra un día con una realidad que la primera vez se había mostrado fugaz, pero que ahora ya formaba parte de aquel entramado de metros, rascacielos, laberintos, ciudades subterráneas, parques, cartones, plásticos azules...homeless*.

Recién llegado.

7:30 am. Otra mirada, pero esta vez es una mirada distinta. Es la mirada del que decide abandonarlo todo, del que una mañana se levanta como todos los días, un salaryman* que se mira al espejo mientras se hace el nudo de la corbata, no necesitaría mirarse, pero lo hace, no lo puede evitar. Es otra parte más de su rutina diaria. Ya le han preparado el desayuno que él despacha en un silencio solo roto por los sorbos sonoros a la sopa de miso, el repiqueteo de los palillos en el cuenco de arroz y el canto de los semi, insectos parecidos a las mariposas cuya vida transcurre bajo tierra y solo salen al exterior una vez en su corta vida, apenas un año, para cantar al mundo su existencia durante el caluroso mes de agosto y morir poco después. Él piensa en ellos. Él también es un semi. Él también ha vivido en la oscuridad, en la sombra de una sociedad que le puso un nombre, kaishain* y le otorgó un papel y unas normas inquebrantables: trabaja–produce; canta-muere.

Como tantos otros días sale de casa. Esta vez no se le oye el tradicional ittekimasu* (literalmente "voy y vuelvo") acostumbrado. Varios hombres se encuentran acomodados bajo un puente que les sirve de techo. La mayoría acostados sobre trozos de cartón, y entre ellos con su traje todavía impoluto, se encuentra el "recién llegado". Conserva su corbata y su maletín. Su espalda todavía está erguida. Solo su mirada comienza a parecerse a la de ellos. Como el semi ha decidido cantar, pero su canto no es el sonido acompasado del verano japonés. El suyo es más profundo y no perceptible a través de los sentidos. Su canto penetra en el alma. Es el canto del silencio.


NOTAS//
Homeless: como se denomina en Japón a las personas sin hogar. Viven en las calles protegidos por cartones o en verdaderos asentamientos en parques dónde crean pequeñas ciudades de color azul (utilizan plásticos azules). No piden. Salen adelante con pequeños trabajos, reciclando latas, reparando bicicletas, etc... Algunos llegan a esta situación porque han cometido un error, generalmente profesional y por "honor", deciden no volver.

Salaryman: término muy utilizado en Japón para denominar a los miles de japoneses que trabajan en una empresa, generalmente en oficinas, siempre con traje de chaqueta. (Literalmente: hombres que reciben un salario)

Kaishain: persona que trabaja en una empresa. Un kaishain es casi un funcionario. Si haces las cosas bien, puedes trabajar toda la vida en esa empresa con un sistema jerárquico cuasi funcionarial pero en el que llegas  arriba no tanto por méritos como por edad.

Ittekimasu: en Japón cuando sales de casa siempre dices "voy y vuelvo".

viernes, 19 de octubre de 2012


TOKIO Azul


No sé cómo empezar…es la verdad. Mira que estos días las palabras me salen a borbotones, pero llevo retrasando este escrito, el que será el primero, un día tras otro. La contradicción es que tengo tantas cosas que quisiera decir, que vuelvo a empezar una y otra vez por miedo a enrollarme demasiado. Así que pediré ayuda a la sinceridad y a la simplicidad y lo intentaré.

No podéis ni imaginar la emoción desbordada que sentí cuando finalmente el diseño del blog quedó esbozado. Cuando ya podía ser publicado. Cuando lo único que faltaba era llenarlo de palabras. Otra noche más sin dormir. Llevo achacando esta falta de sueño a esa especie de posesión que estoy sufriendo. Palabras, palabras, ideas, frases, que llegan a cualquier hora del día…y de la noche. Y ahora sé que estaba equivocada. No lo he descubierto yo sola. Me han ayudado dos escritores, Santiago Gil y Paul Auster. Santiago, que me recomendó el libro de Auster, “Diario de invierno”. Me dijo que me ayudaría a entender que también soy escritora, y Auster, que cuenta que la primera vez que llegó a una encrucijada en el camino creyó sufrir un ataque de apendicitis. Muchos años después entendió lo que le había pasado: “Estaba asustado: tenías miedo sin saberlo”. Y sí. Yo también tengo miedo.

TOKIO Azul. Fue lo más fácil, el nombre. No hubo que darle más vueltas. Nacemos con nombre o sin él. Ya lo tenía. Desde hace más de diez años. La primera vez que escribí un relato, “El recién llegado”, imaginé escribir un libro, y que se llamaría "Tokio azul", no porque Tokio fuese de color azul, que no lo es, sino porque es muy fácil sentirse “blue” (triste), en Tokio. Y aquella tarde Jin dijo "Azul" y yo dije "Tokio". No es un blog que hable de Tokio y mis experiencias allí exclusivamente. Tampoco quiero que sea triste, pero no sé cómo explicar que el nombre era ése y no otro, que se lo debía a aquel momento, que cambiarlo sería traicionarle. Escribiré todo, todo lo que pueda crear, y cada uno será el que decida  qué es realidad y qué ficción.

TOKIO Azul no es mío. Es de todos los que me habéis animado a hacerlo. De los que me habéis dicho palabras preciosas que me han servido de motor para sentarme todos los días a escribir. Y es de Santiago Gil, escritor y maestro de escritores.